Dead Love, una impresión tuya en mis memoriasFotografía por Anaís Ortega Gómez
Sé que no leerás esto, así que soy libre para explayarme.
Te vi y me encantaste. Por fuentes externas supe que fue recíproco (bueno, eso quiero pensar). Tomaste mi mano y provocaste una chispa, pero apareció un balde de agua fría y no hubo más. Quedaste grabado, impreso y escrito en mis memorias como un amor platónico más. Lo irónico de la vida es que cuando tomé esa decisión, me dijiste que te gustaba. Aquella frase desprendió esa antigua magia que nunca pudo evolucionar.
Hasta esta noche comprendí que sólo habíamos colocado las piezas del ajedrez: peones, torres, caballos, alfiles, rey y reina. Es decir, aún no empezábamos verdaderamente el juego. Ahora sólo resta decirte que el juego sí empezó, pero hubo un error: el pilar donde colocamos el tablero desapareció. Así las piezas cayeron junto con el tablero. Además, nunca supimos cómo mover la siguiente pieza y tampoco saber decir: jaque mate.
Al final regresas a mis memorias como un amor platónico más, aquel que despertó de nuevo esa magia y la cual hace que trascienda como ser humano.